En 2024 los bingos de Andalucía experimentaron una subida en ventas respecto al ejercicio anterior. En otros territorios no sucede lo mismo sino todo lo contrario. Ayer dábamos cuenta del retroceso sufrido por la Comunidad Valenciana durante el primer trimestre del año en curso en comparación con 2024. Los datos son esclarecedores y apuntan a que la mayoría de territorios no han conseguido recuperar el pulso económico desde los efectos devastadores del covid.
¿Y a qué obedece el milagro de Andalucía?. Aquí no hay milagro que valga. Lo que sucede es que la Junta — gran labor la llevada a cabo por Manuel Vázquez en su visión objetiva del sector — está dando muestras de querer que el bingo subsista mediante la aplicación de una política fiscal razonable frente a la confiscatoria de otras comunidades. Una política que contribuye al incremento del principal atractivo de las salas: la cuantía del premio que se ofrece a sus usuarios. Este es el señuelo que hace que el público acuda o no al bingo. No hay que buscar otro secreto llegado el momento de analizar el estado económico del sector. El quid de la cuestión radica en tributación soportable que permita un normal funcionamiento de la actividad o garrotazo fiscal que convierta el aliciente del juego en pecata minuta.
La Junta de Andalucía ha venido dando en éste sentido una lección de realismo y de buen juicio político. A mayor presión fiscal menos ingresos para los establecimientos y también para la hacienda pública. Lo aconsejable por tanto es flexibilizar posiciones en éste terreno con lo que ambas partes, la pública y la privada, que son socios en el caso del bingo, verán incrementadas sus recaudaciones. La solución parece fácil pero no lo es para un elevado número de territorios cuyas medidas son un dogal que va estrangulando, lenta pero gradualmente, el negocio del bingo. Cataluña y Comunidad Valenciana están entre ellos. ¿No les sirve el espejo de Andalucía ? Al parecer, rotundamente no.