Uno de mis lectores más asiduos es un destacado empresario del sector. Persona de inteligencia sobresalienta que vive la actualidad política del país y está preocupada por el desarrollo de los acontecimientos. Días pasados y a propósito del apagón eléctrico que dejó a oscuras a España entera me dirigió un escrito. Me expresaba su cabreo por la prolongación de un hecho tan insólito, del que no se había recibido información fiable alguna, al tiempo que no se explicaba el apagón mental que padecían una buena parte de los ciudadanos que con su aquiescencia y su mansedumbre están «permitiendo que sigamos siendo objeto de bulos continuados, mentiras, corrupción, putas, enchufes y toda una sarta de anomalías que se producen sin que pase absolutamente nada.» Incide mi interlocutor en que ya se pueden perpetrar las mayores barbaridades políticas, las pruebas de ineptitud más fehacientes y las decisiones más irresponsables que aquí nadie se va a su casa, ni deja de sentarse en el cómodo sillón del paniaguado, ni se le pasa por la cabeza renunciar al chollo conseguido. Entre otras razones de peso porque no encontrarían empleo y tendrían que ponerse en la cola del paro.
El apagón mental de un porcentaje elevado de españolitos es consecuencia de una operación de lavado cerebral propia de los regímenes totalitarios. La pedagogía a emplear es sencilla: demonización del adversario mediante descalificaciones persistentes respondan o no a hechos objetivos. Elaboración de un relato coral, repetido cual papagayos por los que mandan, cuya finalidad no es otra que adoctrinar al personal sobre los males que nos esperan de triunfar la oposición. No importa que el relato esté trufado de milongas falsas, de sectarismo y de historietas de un infantilismo que sonroja ideadas por el equipo de publicitarios de guardia. Esto es lo de menos. Aquí cualquier bulo cala en un espectro de la sociedad con tal de atacar al oponente.
La situación descrita es posible por la colaboración de unos partidos opositores que han demostrado su falta de reflejos, su nulo sentido de la anticipación, sus complejos de inferioridad ante una presunta e inexistente supremacía moral. Unos opositores sin colmillo para morder al adversario y sin capacidad para desmontar su tenderete de mentiras e ineficacia al por mayor. Por todo ello y por triste que sea el apagón mental de un sector del país puede ir para largo. Para muy largo por desgracia.