Cuatro décadas en la vida de una asociación es sinónimo de solidez, de haber madurado sabiendo acumular experiencias y extraer de ellas las lecciones necesarias para ponerlas al servicio de la defensa de sus afiliados. Es lo que ha venido haciendo ANESAR al llegar a la celebración de su cuarenta aniversario con los deberes hechos, con un trabajo que se ha venido acumulando en los últimos tiempos de forma disparatada como consecuencia de situar a los salones en la diana de los ataques indiscriminados.
ANESAR conmemora su constitución como entidad representativa de los intereses de los salones de juego justificando plenamente su existencia y la labor desplegada como portavoz de sus empresas. Ningún subsector se ha visto tan atacado, tan denotado, tan puesto en la picota de los ajusticiados por partidos políticos de corte radical, agrupaciones ciudadanas afines y medios informativos. Y en ése fragor continuado, sembrador de alarmas y promotor de condenas ANESAR ha salido a la palestra, ha dicho aquí estoy yo sin complejos, ha dado la cara con los políticos y en parlamentos ofreciendo datos, argumentos, no ha esquivado la autocrítica cuando ha sido necesario y, en definitiva, ha sido la imagen seria, responsable y eficaz de la asociación y de sus representados. Otra cosa es que su labor hayaa alcanzado los objetivos propuestos pero sí es preciso admitir que se ha trabajado con seriedad y profesionalidad extrema confiriéndole visibilidad al subsector de cara a la política y a la opinión pública. Y esto, desde la perspectiva del juego, no deja de ser un logro.
El sector, como casi todos, no suele ser agradecido a la hora de enjuiciar y valorar el papel del asociacionismo y sus protagonistas. En la hora feliz del cuarenta aniversario hay que expresar la gratitud que merecen los fundadores de ANESAR, los visionarios que alentaron su creación y quienes les sucedieron en el trascurrir del tiempo. Remitiéndonos al aquí y ahora los que están dando la cara en primer término, los que están peleando y no doblegándose, los que no se arredran ni decaen en su lucha se llaman Pepe Vall y Juan Lacarra junto a sus directivos. Merecen por tanto el reconocimiento, la felicitación y el aplauso. El nuestro lo tienen por derecho.