Está costando lo suyo recuperar la alegría, volver al tiempo feliz de antes de darnos el garrotazo. Por muchas milongas que nos canten, por mucha publicidad del saldremos más fuertes la realidad se impone a la publicidad dejándola literalmente en bragas. Hemos salido como buenamente pudimos de la tormenta pero sigue cayendo sobre nosotros, sobre nuestros negocios y puestos de trabajo la lluvia pertinaz que nos impide contemplar el sol encendido, la luz que anticipa el cierre de un período en sombras.
Tratan de vendernos la burra de que salimos del negro túnel y la economía vuelve a florecer. Y resulta que el salario apenas creció desde el estallido, que el negociete anda renqueante, que el pago de las facturas se retrasa, que la economía funciona al ralentí aunque los voceros oficiales anuncien lo contrario. Y la contrapartida a ésta postal oscura la tenemos en una cesta de alimentos que sube y sube sin darse respiro. En una electricidad que continúa castigándonos los bolsillos y en una gasolina que nos quema la cartera. ¿ Con semejante inventario se recupera la sonrisa ?
Desgraciadamente no hay argumentos válidos para invitar al ciudadano a que reabra los labios y esboce un atisbo de sonrisa. Y no la hay y el motor de la economía está gripado, más allá del recurso fácil de la guerra de Putin, porque vivimos en un país de astracanada, donde asumen el protagonismo dirigente unos actores aficionados y malos, que tienen de regidor a un aventurero de la política osado, embustero y carente de escrúpulos. ¿ Mirando ésta representación escénica cabe la sonrisa ?
Si después de leer lo anterior ponen alguna de las grandes cadenas de televisión no lo duden: acaban de leer a un tipo trastornado, un orate peligroso. Aquí vivimos en el mejor de los mundos y la felicidad es nuestra bandera. Sonrían, por favor.