La izquierda política, y más si se alía con la extrema como sucede en el gobierno de la nación y en otros autonómicos, gusta y mucho de conjugar el verbo prohibir. Es un tic autoritario propio de ideologías apoyadas en el pensamiento único, en la colectivización de todo, incluidas las mentes, y en la tendencia progresiva al recorte de libertades.
En lo tocante al juego privado los gobiernos de la tendencia descrita de manera muy particular no cejan en su empeño y en su afición por emplear el término prohibir. Muestran un alto grado de entusiasmo para contribuir con decretos, órdenes y leyes a ir arrinconando cada vez con mayor empeño al juego hasta el extremo de hacer inviables muchos negocios. O de comprometer su futuro con decisiones cuya finalidad no es otra que obligar al empresario al renuncio de la actividad.
Con la prohibición como fruto ideológico madurado socialistas y podemitas y comunistas, que vienen a ser la misma cosa, han sacado aprobada la Ley de Juego de La Rioja. Que mandando quienes llevan la voz cantante no ofrece ningún motivo de alegría, antes al contrario, al sector. El representante popular declaró al respecto “que es una imposición ideológica de la izquierda sobre la libertad de las gentes, impuesta por los nuevos monjes que dicen lo que hay que hacer.”
El presunto progresismo, que lleva puesta la marcha atrás, se afana cada día con mayor ahínco en prohibir. Y de hacer del juego un banco de pruebas para su exterminio.
