La conclusión apresurada que se extrae de la convocatoria de Madrid que concluye hoy es una y reconfortante: A pesar de las secuelas de la pandemia que persisten y de la tremenda dureza de los dos últimos años la industria del juego sigue ahí, en la lucha por superar múltiples dificultades y con un afán renovado para continuar avanzando en todos los órdenes: en la tecnología, el sentido creativo, la consolidación y mejora de sus estructuras y la mayor capacitación profesional. Todo ello en base a un colosal esfuerzo de empresas y trabajadores para salir de un bache de grandísimas proporciones que ha dejado huella y se ha cobrado víctimas.
La industria española del juego ha sacado energía cuando daba la impresión de haberse agotado y sigue en la noble lucha para levantar cabeza y continuar en la línea de lo que siempre ha hecho: generar negocio, empleo y riqueza. De ésa filosofía empresarial, que es la que mueve a la sociedad, no abdica y eso quedó de manifiesto con la presencia de sus firmas representativas en la cita madrileña del juego.
Aquí lo paradójico de la cuestión es que el juego está en la lucha de subsistir y tratar de avanzar con la oferta de nuevos productos y sistemas como sucede en toda economía de libre mercado. Lo que acontece es que al propio tiempo debe hacer frente a una lucha no deseada que es la que le plantean algunas administraciones con sus legislaciones sobre la materia que no hacen otra cosa que restar y restar. Así resulta extremadamente complicado salir triunfante de la lucha noble entablada para hacer un sector más sólido y responsable. Complicadísimo el reto en semejantes circunstancias.