Nadie tiene que descubrirme a éstas alturas quién es Johnny ni cuales son los rasgos predominantes de su personalidad. Lo conozco diría que bastante a fondo y valoro sus puntos fuertes: que son los de ejercitarse duramente en el trabajo y los de llevar a cabo de manera sistemática una gimnasia mental que le permite depurar ideas y hacerlas realidad con un sentido de la anticipación que representa una de sus grandes bazas y el secreto de su imparable éxito empresarial, que es de los de quitarse el sombrero.
Johnny posee una inteligencia natural que ha sabido combinar con el don de la audacia. En su función empresarial, que le ocupa veintiséis horas de cada día por el hecho de que suele ampliar su reloj personal, es de los que juega fuerte para alcanzar sus objetivos, de los que arriesga y persiste en las lógicas luchas del mercado con tal de llevarse el gato al agua. Y en su caso, hay que decirlo, se lo ha llevado en múltiples oportunidades dejando sorprendidos, y encogidos, a sus competidores.
Como fabricante y como comercial, dos campos en los que su vocación de liderazgo le confiere la categoría de estrella, suele jugar a la sorpresa excitando las expectativas del mercado. Y ahí su capacidad para sorprender no encuentra nunca límites, tanto en lo que a la elaboración de sus productos y su grado de originalidad se refiere, que suelen adquirir mucha altura, como a los mensajes publicitarios que los apoyan. Haciendo una vez más alarde de su audacia, que traspasa muchas fronteras y desborda muchas previsiones, Johnny, el Iluminado, nos propone que no se compren máquinas. Y aquí surge la pregunta: ¿ Que sorpresas nos reservarán las suyas ? La partida se ha jugado de manera maestra. Largo, muy largo Johnny.