Me felicito entusiásticamente por tener un ministro como Alberto Garzón. Y deseo, con fervor inusitado, que Pedro el Mentiras atienda mi llamada y lo mantenga muchos años en el gobierno. Será un seguro para los pobrecitos que vivimos de escribir, del parto del artículo diario, que con su continuidad tendremos asegurados un sinfín de argumentos para seguir dándole a la tecla cada mañana. Porque Garzón, fabuloso Garzón, nos garantiza el mantenimiento del sueldecillo.
Está más que demostrado, y los hechos que lo acreditan son innumerables, que Garzón posee una capacidad innata para fabular, para inventarse cuentos prodigiosos, para hacer de sus fantasías todo un tratado de hasta donde puede llegar un genio ministerial bien exprimido. Haber quién es capaz de inventarse una huelga de juguetes, que eso si que es imaginación, o el relato ése de que el turismo no nos interesa o los peligros inherentes al chuletón. Vaya sesera la del tío.
Su última fábula es genial. Después de armar la marimorena en el Reino Unido y en España con lo de la carne, sale diciendo que todo es mentira. Que se trata de una conspiración de los medios informativos que han perdido millones de euros en publicidad por su legislación sobre el asunto. No me negarán que éste ministro no es una especie a conservar. Para los que escribimos y para los amantes de la fabulación y la fantasía. Porque, y ahora en serio, tontos así no se encuentran ni buscándolos con candil.