Resulta chocante y causa extrañeza. Cuando los políticos hablan de la industria del juego, para ponerla a parir, da la impresión de que ésta funciona sin trabajadores. Sí, porque se adoptan decisiones administrativas que inciden negativamente sobre la marcha del sector y nadie se detiene a pensar en las repercusiones laborales. Cada día los gobiernos se afanan con más ahínco en tomar medidas que se traducen en golpes bajos a las empresas y en cierres de negocios. Y nadie parece tener en cuenta que eso conlleva que muchos curritos, honestos y cumplidores, se quedan en la calle. Que muchas familias pierden el salario del sustento. Que cientos de empleos no se recuperen para engordar las listas del paro.
Lo chocante es que semejante situación se está dando con gobiernos que se llenan la boca proclamando a voz en grito su raíz proletaria y social. Gobiernos que se erigen en defensores de la clase obrera, del pueblo, del puesto de trabajo. Si esto es así, ¿ porqué cuando se actúa contra el juego nadie se detiene a pensar en los destrozos laborales que están en puertas ?, ¿ donde queda la cacareada conciencia social de los autores directos de tamaños estropicios ?
Estamos políticamente donde siempre. Abundancia de verborrea, de incentivar el empleo, de ayudar a la clase trabajadora y luego está la realidad descarnada. Los trabajadores del juego, que al parecer no existen, junto con las empresas del sector, pagan los platos rotos de una política sectaria que funciona en base a prejuicios ideológicos. Y al obrero que le den.