María José Gallardo ya no está en FRANCO. No es fácil, supongo que sobre todo para ella, poner la palabra fin a un ciclo de cuarenta años, que da para muchas vivencias y aconteceres de todo tipo. Pero tampoco lo es para el sector en general que había compartido con María José momentos, alegrías, éxitos, protestas y reivindicaciones que marcan la vida de las personas y en éste caso de los profesionales que nos dedicamos al juego y que llevamos muchísimo tiempo comprometidos con la industria.
Por ésta poderosa razón de vivir y compartir, de estar cerca unos de otros y de tejerse en ésos acercamientos un universo de afectos, afinidades, simpatías y discrepancias que de todo tiene que haber, la salida de María José de FRANCO deja un vacío en muchos de los que la conocimos, la tratamos y la queremos, que pienso que somos bastantes. Porque no pueden olvidarse de un plumazo los muchos años de convivencia profesional, de inquietudes, de ilusiones y también de no pocas decepciones sectoriales en los que María José estuvo en un primer plano peleando, dialogando, discutiendo y tratando de abrir puertas de futuro para el sector que era, y estoy seguro que sigue siendo, uno de sus principales amores, una de las razones prioritarias por las que luchar con denuedo y esforzarse con renovado entusiasmo en el alborear de cada mañana.
El vacío que hoy deja María José por su marcha de FRANCO, y que se cubrirá con una relación personal que no tiene porque interrumpirse, es un vacío sentido y profundo. Fruto de la estela de una persona que ha sabido dejarse sentir, apreciar y querer. Y que el sector recordará siempre por los inmejorables servicios prestados. Y por su afán por defender hasta el final sus queridas máquinas del alma. Que son parte indeleble de su íntima biografía profesional.