Torremolinos dio el pistoletazo de salida para el inicio cauteloso de una vuelta a la normalidad sectorial. Un retorno prudente, por lo sanitario y también por lo económico que escuece a los bolsillos. No es cuestión de que el calor y la euforia del citado evento comience a excitarse el sistema nervioso de algunos y se sucedan en el calendario las organizaciones de actos públicos vinculados al juego. Conviene echar mano de realismo y caer en la cuenta que estamos saliendo de una crisis de caballo, con las carteras limpias de billetes por culpa de unos ingresos muy diezmados. Las empresas, al menos por ahora, no están para muchas alegrías ni dispendios y no les queda otra que optar por la austeridad para tratar de superar el bache y resarcirse de la debacle soportada.
Comenzar en lo que resta de año e incluso en 2022 una carrera de eventos del juego para tratar de recuperar el tiempo perdido sería tanto una insensatez como un error mayúsculo. Hay en el calendario anual del juego unas citas tradicionales que están interrumpidas desde hace uno o dos ejercicios. Y que es lógico que quieran reanudar su organización. Sumar a éstas otra sucesión de actos por aquello de que hemos tenido parado el reloj sectorial más tiempo del que habría sido aconsejable no resultaría recomendable ni las empresas están en disposición de soportarlo. Pero también es cierto que existe un marco de libertad para que cada cual actúe según su criterio al que no cabe poner cortapisas.
Lo recomendable, lo sensato es que el sector vaya volviendo a la reanudación de sus actividades públicas con tiento y sin atropellarse. Porque una carrera sin freno no se soporta en éste tiempo de dificultades sin cuento.