Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Érase una vez un país

15 de octubre de 2021

Este es un cuento real. Erase una vez un país en el que un grupito reducido de damas y caballeros, sin oficio conocido y con la etiqueta de activistas como nota destacada de sus curriculums, accedieron por carambola a puestos de ministros y ministras. Algo que ni en sus mejores sueños podían imaginar dados sus méritos, más bien raquíticos. A todos hubo que confeccionarles de prisa y corriendo unos ministerios de nueva creación para que se entretuvieran, porque faena la verdad es que tenían poca o más bien ninguna. Lo que no impedía la asignación de unos sueldos más que respetables, que hasta daban para pagar la hipoteca de un chalecito, a interés muy bajo por consideración al cargo, y hasta comprarse un apartamento en el barrio más postinero de la ciudad.

El grupito en cuestión recibió sus nombramientos y acudió a la residencia del Jefe del Estado para presentarle sus respetos y prometerle lealtad. Y nada más salir de allí, nada más pisar la calle ya se habían quitado la corbata y cambiado la falda por unos pantalones vaqueros muy rotos y les falto tiempo para llamar a la prensa. ¿ Y saben que declararon públicamente ? Que ellos y ellas estaban allí para trabajar muy duro por una idea fija: tirar de su casa al Jefe del Estado al que habían demostrado pública adhesión, tarea en la que pensaban afanarse con mucha afición y sin ningún miramiento. Pero eso sí, sin renunciar en ningún momento al silloncete ministerial ni a su jugoso estipendio.

Y desde aquél día, señoras y señores, no han cesado de prodigar sus desplantes, sus groserías, sus ataques contra el Jefe del Estado y su familia desde un gobierno cuya máxima jefatura recae en la persona objeto de las mayores afrentas.

El final del cuento es una simple pregunta: En un país avanzado, serio y formal, ¿ se consentirían éstas tremendas anomalías, éstas barrabasadas políticas ? Y colorín colorado ya saben.