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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

El nuevo servicio de hostelería

28 de abril de 2025

Como soy mayorcito tengo tendencia a la evocación. A la búsqueda del tiempo perdido, que no sé si será mejor o peor que el actual, pero que particularmente añoro. Echando la vista atrás me acuerdo de aquéllos aperitivos, junto a mis padres, en días solemnes. El bolsillo doméstico no daba para alardes y sólo en fechas señaladas cabía el placer de expansionarse con un buen vermú. Aparte de chuparme los dedos con la ensaladilla y la sepia a la plancha me llamaba poderosamente la atención el vestuario de los camareros.

Hablo de bares de barriada, bien montados y con oferta culinaria estupenda, en la que los camareros aparecían con su chaqueta, inmaculadamente blanca, su pantalón negro con la raya del pantalón perfectamente planchada y el complemento de una inevitable pajarita que confería un toque señorial a su atuendo. Sigo conservando en la memoria la estampa visual de unos profesionales cuyas indumentarias conferían un toque de distinción al local.

De aquéllas estampas de un siglo ya pasado hemos desembocado en los servicios de hostelería de casas con historia y mucho postín donde te atienden las jóvenes hornadas que hoy trabajan en el sector. Que muchas veces se meten en éstos fregados sin tener la menor vocación, algo que se nota en sus actitudes y comportamientos y en su trato con los clientes. Jóvenes de ambos sexos a los que no faltan los piercing en las naricitas u orejas, ni los tatuajes en brazos y cuellos, ni los pelos similares a los del último mohicano y en ocasiones pintaditos de azul o rojo. Los propietarios son reacios a admitir los abalorios metálicos en sus turnos de trabajo pero en la mayoría de casos deben ceder porque de lo contrario los chavales se largan y no está el mercado laboral para bromas.

Vestimentas al margen, éstos chavales y chavalas han desterrado la palabra señor, señora o caballero de su vocabulario habitual. Se tutea al cliente con la mayor naturalidad aunque éste pueda ser su abuelo. Hay algunos que llegan al colmo y reciben a sexagenarios diciéndoles de sopetón: ¿ Que os sirvo, chicos?

Lo que va de ayer a hoy. ¿ Que quieren que les diga ? Me quedo con la pajarita, la chaqueta blanca impoluta y un trato educado. Soy de otro tiempo y lo siento pero mentiría si aplaudiera el cambio producido. Que me gusta más bien poco.