Añoramos la presencia de grandes empresarios que ya no están en el sector y que dejaron profunda huella por su significación y carisma. Y otro tanto sucede cuando evocamos la figura de aquéllos responsables del juego que estuvieron largos períodos desempeñando sus funciones y se hicieron acreedores al respeto y afecto del sector.
Estamos ahora mismo en otro plano. Los directores generales no duran excesivo tiempo en sus cometidos, salvo Aitor Uriarte en Euskadi desde donde ejerce como decano, y Amadeo Farré en Cataluña, si bien éste en una segunda línea. Por eso uno echa en falta la actuación de una serie de nombres que desde las administraciones pilotaron durante un puñado de años los temas del juego y se comprometieron a fondo con la actividad estableciendo lazos de comunicación y entendimiento con el empresariado y su entorno.
Tengo que poner el foco en nombres con los que tuve un trato asiduo, con los que en ocasiones discutí y aguanté sus reproches, pero con los que siempre me acabé entendiendo y manteniendo una relación de respecto y simpatía que eran mutuos. Hablo de Luismi González Gago, José Antonio Soriano, Fernando Prats, Jorge Descals, Miguel Angel Blanes. Gentes que en su día remaron a favor del juego, cuestión que en todo tiempo ha planteado no pocas dificultades, y que contribuyeron de manera decidida a su evolución. Y que los años en el cargo y el contacto habitual con asociaciones y empresarios los hizo cercanos y sirvió para que, sin quebrar las lógicas distancias, afloraran en unos y otros motivos para fomentar un ambiente de interlocución habitual, no exenta de discrepancias y también de cordialidad, que se ha ido diluyendo en la misma en que se han acortado los períodos de estancia en los despachos de los directores de juego.
Creo que los nombres citados merecen un recuerdo afectuoso. Por lo que hicieron y por lo que no les permitieron hacer. En cualquier caso aplaudamos desde aquí su contribución a los impulsos dados al sector.