A don Alberto Garzón hubo que hacerle deprisa y corriendo un ministerio a la medida, como a esos novios que tienen que casarse de repente. Era una forma de darle entretenimiento y justificar el sueldazo mensual. Y como en el departamento el trabajo es bien poco don Alberto goza de tiempo suficiente para jugar a las ocurrencias, en particular a las referidas al juego privado por que al público, faltaría más, ni tocarlo.
La última ocurrencia del señor ministro ha sido bajarse a Andalucía y reunirse con las asociaciones de ludópatas arrepentidos. Sí, las que llevan años montadas en el machito de las subvenciones oficiales y de las otras y dando lecciones. Y ha ido para animarles a que presionen a los ayuntamientos del territorio, que gobierna el PP, ojo, para que saquen los salones y las casas de apuestas de los cascos urbanos y los trasladen a los polígonos lejos del mundanal ruido. O sea que según su tesis hay que reconvertir los polígonos industriales en una especie de Las Vegas a escala reducida. ¿ Que les parece la idea ?
De esta información, chocante como todas las protagonizadas por un pintoresco personaje, vestido siempre de rojo intenso, se desprenden dos lecturas: Primero el señor ministro ignora deliberadamente que las cuestiones del juego depende del gobierno autonómico. Y que , ignorancia al margen, el señor Garzón está afectado por una patología antijuego, privado claro, digna de diagnóstico médico.
Y la segunda es que las asociaciones de ludópatas, que podían denominarse de cara duras, se reafirman en su línea de bailarle los nanos a las administraciones y al ministerio que son los que les permiten continuar chupando de la teta pública. Y esto no significa que renuncien al abrazo del oso con las asociaciones empresariales para ver si sacan algo, puñalada incluida, y luego a jorobar lo que se pueda. Este es el relato y quien no lo vea así es que anda corto de vista o de entendederas, lo que ustedes prefieran.