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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

La vacuna

22 de abril de 2021

Ayer me vacuné. Un pelotón de personas mayores, los que se identifican por sus conciudadanos como veteranos y si me apuran viejas glorias, acudimos a la cita sanitaria. Pasamos tres controles antes de recibir el pinchacito y debo confesar que recibimos un trato solícito y amabilísimo por parte del personal que nos atendió. Todo se desarrolló con celeridad y sin esperas lo que es muy de agradecer para los que los años nos pesan y el cuerpo no está ya para muchos alardes.

Finalizado el ritual de la inyección, que apenas fue un pellizquito de nada, nos tuvieron cómodamente sentados en un amplio salón por espacio de quince minutos. Medida prudente sobre todo para quienes formamos parte de la denominada tercera edad, que es algo así como la tercera división de la vida o sea de poca relevancia en el campeonato de la existencia cotidiana.

Quince minutos bien acomodado delante de un gran reloj que dejaba constancia del transcurrir del tiempo dan para pensar e incluso para soñar. Andaba dándole vueltas a la cabeza, que no suele parar demasiado, y pensé que, aparte del Covid-19, me hubiera gustado vacunarme para ponerme a salvo de otras pandemias. De la indecencia política que tenemos encima y que parece no tener límites. De las desigualdades sociales cada vez más profundas que padecemos. Del castigo que supone soportar unas televisiones que visionan un día sí y otro también la carta única. Del desmadre que presentan las autonomías con medidas disparatadas entre sí sin que se ponga orden y suene un concierto medianamente armónico. De las fusiones bancarias que desembocan en peores servicios y miles de empleos destruídos  Del odio indisimulado que dispensa la izquierda radical hacia el juego, el privado que con el público está encantado.

Transcurridos los quince minutos de rigor desperté de la ensoñación. No hay vacunas para tantos males y por tanto no queda otra que resistir a base de paracetamol y Valium. Triste pero es así.