Por higiene mental apenas pongo la televisión. Por supuesto que no veo ningún informativo porque son claros ejemplos de manipulación, de hurtar todo aquello que desde el punto de vista noticiable pueda incomodar a los que mandan. Recurro a la pequeña pantalla para ver alguna película clásica o utilizar el video para disfrutar del cine que me gusta. A los periódicos les presto cada vez menos atención. Soy lector de dos diarios de ideología política contraria y los dos rivalizan en arrimar el ascua a su sardina lo que impide la existencia de una mínima objetividad con lo que el rigor periodístico queda manifiestamente cuestionado. Por ello, me detengo en la lectura de uno o dos articulistas que me merecen crédito, y además escriben bien lo que no es frecuente, y paso del resto de contenidos.
¿ Puede uno vivir tan desconectado de la realidad cotidiana y del acontecer político ? se preguntará más de uno de ustedes. Claro que sí y no es sólo que puede tomarse ésta licencia es que si lo hace le garantizo que vivirá ricamente ajeno por completo a las mentiras de cada día, a los disparates políticos que provocan desasosiego y encolerizan, a los datos catastrofistas que nos sumen en la depresión y nos causan insomnio, a los anuncios de espectaculares recuperaciones económicas que ya no engañan ni a los niños de teta.
Si el vecino enchufa la tele a toda potencia queda el recurso de ponerse tapones en los oídos. Olvidarse de la caja tonta, dejar de lado los periódicos para utilizarlos como envoltorio de las cacas del perro, coger un libro y vibrar con otras vidas y conocer a personajes apasionantes, escuchar a Plácido y extasiarte con su voz diamantina o llamar a la puerta del corazón con la poesía de un bolero. Hacer y disfrutar de lo que a uno le apetece y tirar al cubo de la basura todo lo que nos adocena, vulgariza y embrutece. Televisión incluida. Es, simplemente, una recomendación. Y que sean felices.