Me irrita, me cansa, me aburre ésa reiterada insistencia de la izquierda política y en particular de la extrema con el juego. Es para ellos diana, blanco, obsesión y muletilla que sacan a colación de manera pertinaz. Quizás porque no andan sobrados de ideas y las que exponen están trasnochadas y huelen a naftalina, quizás porque el tema se presta para hacer lo que mejor saben: demagogia, tremendismo y agitación social, reglas que definen su manual de actuaciones.
En su particular cruzada contra el juego éstas gentes se ciscan con la seguridad jurídica, con los reglamentos y con las leyes que regulan la actividad. Lo suyo responde en propósitos y actuaciones a los postulados de las ideologías totalitarias en las que no existe el menor respeto por las garantías jurídicas que regulan y sostienen el estado de derecho.
Saco el asunto a colación al conocer la intervención de la candidata de Más Madrid a las elecciones autonómicas, doña Mónica García, quién ha salido muy ufana ella diciendo que “vamos a terminar con las licencias de las casas de apuestas y vamos a cerrar todas aquéllas que están cerca de entornos escolares y zonas vulnerables.”
Calma, doña Mónica. Demagogia aparta las licencias tienen un período de vigencia que debe mantenerse. Y los reglamentos y las leyes pueden ser objeto de modificación por decisiones gubernativas o legislativas. En cualquier caso sobran las amenazas, los anticipos propios de actitudes que desprenden un tufo dictatorial, ése imperativo propio del hagáse, del ordeno y mando del que guardamos viejas referencias. Sosiego, doña Mónica, que de momento no estamos en Venezuela, ni la seguridad jurídica es al menos todavía, una quimera.