Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Cosas buenas

18 de febrero de 2021

Uno valora las cosas buenas de la vida cuando de momento son interrumpidas, dejaron de desarrollarse con la cotidianidad acostumbrada y nos provocan un vacío en el alma. Entonces caemos en la cuenta que son las pequeñas expansiones, los ratos en los que damos rienda suelta a la alegría de vivir los que acreditan el goce de eso llamado felicidad y que no acertamos muy bien a definir con claridad.

En éstos días de movilidad limitada, de cierre obligado de la hostelería, echo muy en falta las visitas al restaurante asiduo en el que me siento como en mi casa. Experimento ésa sensación por un hecho simple y para mi definitivo: me acercó a la mesa y recibo el don más preciado que es calor humano, afabilidad, atenciones.

Frecuento establecimientos que aún conservan intacta su filosofía basada en el cuidado al cliente, que más que eso es amigo sin que ello suponga reducir unas distancias de cortesía que deben de mantenerse para que el negocio funcione. Y allí, en una atmósfera con la que te sientes identificado, paladear el dry Martini, muy seco con un pellizco de limón y sin aceituna por aquello del aceite, es placer de dioses. Y con el segundo llega la apoteosis que precede a la degustación culinaria.

Un almuerzo, una cena, en ése local de siempre donde te cuidan y conocen tus debilidades, donde el camarero antes de que abras la boca ya se ha anticipado a tu pensamiento, es toda una prolongación festiva del hogar pero aderezada por la magia de las burbujas del champagne, rosé por favor, que luego tendrá el feliz y placentero remate del whisky de veinte años.

Añoras ahora más que nunca ese restaurante, donde tanto has querido y a lo mejor también te han querido, en la que le has pedido al propietario una lubina recién pescada y te ha respondido sin pestañear: “Aunque figure en la carta para usted, don Juan, hoy no hay lubina.” Y con una sonrisa has agradecido tan singular deferencia, señal de un aprecio sincero que te llena de gozo. Son cosas buenas de la vida, en las que uno nunca dejará de ejercitarse con entusiasmo mientras le quede cuerda para ello.