¿ Que ceporro con espíritu aldeano es el que desde la Generalitat de Cataluña decidió, en un acto de desvarío político, a los que tan aficionados son sus gobernantes, pegar el cerrojazo a los locales de juego sin que de por medio existieran razones solventes para avalar tamaño desatino ? ¿ De que mequetrefe huérfano de caletre surgió semejante despropósito ? ¿ Se midieron sus consecuencias, se reflexionó sobre las repercusiones de medida tan arbitraria, tan desprovista de solidez para su justificación ?
Son preguntas que no encuentran respuestas adecuadas, o medianamente coherentes, porque responden a las actuaciones de un gobierno que ha dado muestras más que sobradas de su incapacidad para gobernar y que más allá de sus obsesiones independentistas no hay horizonte que construir, ni ideas que desarrollar.
De un plumazo un gobierno que se mueve entre el descrédito y la bancarrota ha decidido clausurar toda la actividad del juego. Simplemente por razones ideológicas.
Sembrando el desespero y la indignación en empresarios y trabajadores que han expresado públicamente su rechazo ante una medida arbitraria, discriminatoria e incomprensible. ¿ Hasta cuando estará Cataluña en manos de una pandilla de alucinados ? Solo resta decir: Dios salve a Cataluña. Y la proteja de aquéllos que la tienen secuestrada.