Son muchos los amigos y conocidos que me confiesan haberse vacunado contra la televisión. Es decir que han optado por no verla excepto en sus programas de cine o entretenimiento. Han descartado la caja tonta como transmisor fiable de información al percatarse de manera reiterada del ejercicio de manipulación política de que hacen gala la práctica totalidad de las grandes cadenas, instrumentos dóciles al servicio del gobierno y de los partidos que lo conforman.
Lo que ésta sucediendo con la televisión en España es todo un manual de asquerosa servidumbre a los dictados de los que mandan. Que se cumplen sin el mínimo decoro y la mayor de las desvergüenzas tomando a los telespectadores por disminuidos mentales. Lo que predomina en los informativos y tertulias o debates es la glorificación del gobierno y sus secuaces y el desdén o la descalificación directa hacia las actuaciones de la oposición. Y como guinda la evocación de la guerra civil y el avivar de manera tenaz todo lo que concierne al clima de crispación que respiramos.
Prebendas, enjuagues económicos, publicidad a discreción y concesiones que no emergen a la opinión pública están consiguiendo que la mayoría de cadenas televisivas juegan su papel de ventrílocuos del gobierno y sus afines, ensalzando sus acciones y ocultando sus desmanes, siendo meros transmisores propagandísticos de un ejecutivo incompetente, mendaz y sectario. Que nos lleva por la senda del desastre y la autocracia. Y entretanto las televisiones, en su función de cajas de engañabobos. Ya saben sigan con la televisión a la carta, por supuesto del gobierno.