Alberto Garzón, la lumbrera que amortajó a Izquierda Unida y hoy lo padecemos de ministro de Consumo, no suele dejarnos mucho tiempo libre sin brindarnos algunas de sus perlas dialécticas. En eso el tío es un hacha: un día dice una burrada y al siguiente se supera. Declara que el turismo en España es pecata minuta, invita a los consumidores a denunciar a las empresas y asegura que la Guardia Civil prepara un golpe de estado. Y se queda prendado de sí mismo. Lo tremendo del caso es que tamaños desatinos los pronuncia un ministro del gobierno y aquí no pasa nada.
Sus últimas manifestaciones ponen de manifiesto su satisfacción por la Ley de Juego de la Comunidad Valenciana, que indica debe ser espejo en el que se miren al resto de territorios. Aquí se muestra en clara sintonía, como no podía ser de otra manera, con sus colegas valencianos e invita a implantar unas directrices regulatorias destinadas a cargarse buena parte del sector con unas medidas tremendistas e inaceptables.
¿No habría que pedirle al señor ministro Garzón en su condición de tal un poquito de recato, un mínimo de análisis y objetividad, un desprenderse de los prejuicios ideológicos y el sectarismo que están presidiendo su gestión ? ¿ Puede un ministro de Consumo ejercer como el enemigo público número 1 de las empresas ?
Llevo casi dos días seguidos hablando de éste individuo. Les ruego que me disculpen y renuncio a seguir haciendo propaganda de semejante botarate.