En la mayoría de ciudades españolas de lunes a jueves hay muchos restaurantes que no abren por la noche. Y son numerosísimos los bares que a partir de las 22 horas bajan la persiana y echan el cierre. La vida nocturna ha experimentado notables cambios y se han modificado los hábitos. La hostelería se ha resentido mucho de éste frenado de la actividad, del que ha salido económicamente perjudicado el ocio en general, incluyendo cines, teatros y locales de diversión. Sólo el fin de semana, viernes y sábado, se alza el vuelo y hay nervio y animación en los sitios donde bulle la alegría de vivir.
Esto es lo que hay y ante un panorama como el descrito a las lumbreras podemitas y sus padrinos y compañeros de viaje en el gobierno no se les ocurre otra parida que apuntar que los locales de apuestas deberían cerrar a las 10 de la noche. ¿Se han parado a pensar, en el caso de que lo hagan con frecuencia, que sucedería de perpetrarse tan descomunal desatino? Pues que ya no haría falta abrir a ninguna hora porque el cierre sería unánime. ¿Qué negocio aguanta económicamente tratando de hacer caja cuando todo el mundo está delante de la tele y camino del suelo reparador? ¿Qué visos de sostenibilidad tendría un local en la noche oscura y las calles huérfanas de gente?.
Son las ocurrencias de una gente de pensamiento único que nos pretende llevar por la senda de sus credos totalitarios, de sus tutelas impuestas y de sus ansias de control en todos los ámbitos sociales. ¿Esto es democracia? Pregunto.