El juego debe pasar de las malas noticias respecto a la actividad. Que son abundantes y afloran casi a diario. No hay que dejarse envolver por la tela de araña de las informaciones, tantas veces falsas, que nos amargan el desayuno, que nos encabronan y anticipan una jornada cargada de malos humores y una cierta sensación de desánimo. No hay que prestar la más mínima atención a tanto infundio como circula impunemente, con total descaro y ningún rigor, porque ésa pérdida de tiempo nos la resta al siempre saludable ejercicio de emplear la mente en aquello que interesa, que es sacarle más punta al trabajo y hacerlo más rentable.
Vivimos en una sociedad de las desinformación, y el juego más que nadie, y si nos dejamos influir por la catarata de presuntas noticias que se hacen correr sobre el sector estamos más que listos. Sobre el juego se fabula, se exagera, se distorsiona, se engaña y se manipula un día sí y al siguiente más. Se está creando, a escala política y mediática, un especie de pugilato con el propósito de comprobar quién escandaliza más, quién alardea más de espíritu antijuego, quién se saca de la manga o de la chistera la barbaridad más gorda aunque no tenga posibilidad de prosperar. Aquí, lo que importa, al parecer, es armar ruido y fomentar, hasta el paroxismo si es posible, la mala imagen del juego.
Visto lo descrito lo más aconsejable es afanase en el trabajo y mirar hacia adelante. Y lo recomendable es desintoxicarse de tanta basura diaria.