Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

El bar

20 de noviembre de 2019
Aseguran las estadísticas que en doce años se han perdido 50.000 máquinas recreativas. Es una cifra escalofriante que fotografía con nitidez el retroceso sectorial en ésta parcela. De ésas 50.000 unidades, ¿cuántas estaban instaladas en los bares?, y ¿cuántos bares cayeron con ellas y cerraron sus puertas? La relación de la hostelería con el operador era de apoyo mutuo, de subsistencia compartida, de luchas codo con codo para salir adelante y tratar de garantizar para ambos la continuidad del negocio. Esa política persiste pero a lo largo de más de una década, que para el juego no ha sido precisamente prodigiosa, han desaparecido cientos de ésos bares de barrio, de explotación familiar y cercana, en la que la presencia de la máquina constituía un sostén económico que había que cuidar con mimo porque servía para atender facturas y daba un respiro a la caja registradora.
 
La imagen del bar de toda la vida, el del barrio donde el almuerzo sabe a gloria y el carajillo se paladea con parsimonia, todavía subsiste mal que bien ése tipo de establecimiento. Que desaparezca en las zonas urbanas en las que se cultiva la moda del pijerío donde el bar no tiene cabida y se sustituye por otro concepto hostelero que deja fuera de foco la máquina. Una máquina que lenta pero inexorablemente va convirtiéndose en recuerdo, en lejanía del tiempo y los hábitos, una canción enmudecida por el avasallamiento de otras propuestas. No obstante: ¡larga vida al bar de nuestros amores y al sonido alegre de la máquina! Que ambos perduren por el bien de todos.