Que época aquélla gloriosa que no transcurría un mes sin que se procediera a la apertura de una sala de bingo. Se sucedían las inauguraciones, las reformas, los cambios de imagen y todo discurría en un ambiente festivo de alegría contagiosa que parecía no tener fin. Y de pronto la sobredimensión de la oferta, la crisis, la existencia de salas un tanto siniestras, que las había, y la monotonía del juego, falto de nuevos alicientes, se encargaron de ir bajando la persiana de numerosos locales. Y la tendencia prosiguió hacia la baja desde hace un puñado de años, en los que el bingo ha sido presa de una especie de aura melancólica, de depresión sectorial que se ha ido superando con nuevas alternativas que han devuelto sino la risa plena al menos la sonrisa a las salas.
Por ser algo inusual en los tiempos que corren el estreno de un nuevo bingo es poco menos que un acontecimiento. Aunque se estrenen con un concepto distinto al tradicional. Abiertos ahora a una oferta múltiple y con mayores perspectivas para divertirse. Sean por tanto bienvenidas éstas salas que tratan de romper con el cuesta abajo y levantan la cabeza para airear su fe en el sector, su confianza y su apuesta por él. Badalona ( Cataluña ) y Massamagrell ( Valencia ) han sido sendos escenarios de éste apunte de resurgir binguero. Que hay que celebrar brindando por su futuro feliz.
