Lo de la responsabilidad del juego parece que se inventó ayer. Y dando la impresión de que hasta anteayer mismo aquí quién más quién menos campaba a sus anchas y hacía su santa voluntad. Ahora se pretende vender la imagen de que el juego es un desmadre incontrolado al que no se ha puesto en cintura, con la leyenda del juego responsable, hasta que no desembarcaron las alegres muchachadas políticas que tanto saben y tanto nos enseñan.
Y resulta que no es exactamente así. Cabría decir que en la actualidad se han extremado las medidas de control tras hacer explotar, previamente, los petardos de la alarma y la falsedad. El juego, desde su legalización, se ha desarrollado en la inmensa mayoría de los casos con seguridad y sensatez. Y los empresarios se han afanado a que así fuera. Irregularidades y faltas de cumplimiento habrían, como existen en todas las actividades, pero no para poder empañar el balance general del sector.
Veinte años atrás se apelaba a la responsabilidad del juego y las administraciones emprendías acciones preventivas contra la ludopatía y desarrollaban campañas informativas en los bingos y se intensificaban las inspecciones a los establecimientos del sector. ¿Qué hoy se pone más énfasis en la cuestión? De acuerdo. Otra cosa es que se esgrima la política de responsabilidad actual como factura de un pasado irresponsable. Por ahí no paso.