Fernando Prats, paisano mío, valenciano que ejerce como tal, ha vivido una última etapa de su gestión al frente del juego de Madrid bastante incómoda. No por él, que es karateca y cuyo arte lo faculta sobradamente para fintar unos golpes y propinar otros, sino por los pesados que han tratado, sin éxito de acorralarlo con sus diatribas tantas veces carentes de sentido. Y en ése aspecto Fernando demostró temple, capacidad de aguante y finura dialéctica para arrear algún que otro sopapo verbal a más de un indigente intelectual.
Se avecinan cambios de calado en el gobierno de la Comunidad de Madrid. Ya veremos que guiso sale del cocido del tripartito, que cabe confiar sea sabroso al paladar y bueno para el bolsillo de los madrileños. No sé cual será el destino de Prats, pero puede aspirar por su ejecutoria a subir peldaños del escalafón político. Por descontado que me gustaría que siguiera tutelando con mano diestra el juego. Si bien su labor, óptima en líneas generales, tal vez demande un reconocimiento mayor acorde con la labor desplegada. La labor de todo un figura. Suerte, Fernando.