Transitan por éste sector algunos personajes, que no son precisamente empresarios, que dan la impresión de hacernos un favor al saludarnos cada día. Tipos engolados, pagados de sí mismos, que se escuchan y pontifican y que en muchos casos no han tenido más horizonte profesional que el juego y en otros han recalado en él como final de su odisea laboral.
Los engolados, que se autoproclaman como pozos de sabiduría, pretenden darnos lecciones de todo, con actitudes que parten de la subestimación de los que tienen alrededor. Son de los que piensan que el sector es intelectualmente minusválido y ellos están facultados para imponer sus criterios, diseñar estrategias, decir lo que conviene, o les conviene, y hasta sugerir lo que hay que escribir. Han llegado, en su desahogo, a querer ser el perejil de todas las salsas.
Conozco a varios tipos de éstos rasgos que no soporto. No aguanto su altivez, su presunta y cómica supremacía, su mirada dese la atalaya del que se siente superior. Procuro ignorarlos y les regalo mi desdén. Pero si quieren hacerme cosquillas, que no otra cosa pueden hacerme, los llamaré a capítulo. Con nombres y apellidos, naturalmente.