Dices que no te gusta decir adiós, prefieres el hasta pronto. Y yo te digo hasta luego, Luismi, porque confío en verte más pronto que tarde asomándote otra vez a la ventana grande del juego desde el que has divisado un paisaje que te debe pinceladas brillantes, colores vivos, composiciones armónicas fruto de tu identificación con un universo complejo, de tonalidades oscuras al que tu supiste dar luz.
Evoco uno de mis primeros encuentros con Luis Miguel González Gago. Fue con ocasión del Congreso de Castilla y León que entonces arrancaba y abría un capítulo inédito en la actividad. Le felicité por oír de su boca declaraciones que no había escuchado hasta entonces de ningún regulador. Por no andarse con tapujos, no ahorrarse críticas ni verdades como puños. Por hablar a corazón abierto, muy lejos de las peroratas protocolarias.
Y ahora Luismi se despide aludiendo con gracejo al juego responsable, que siempre ha existido matiza con intencionalidad manifiesta, demostrando, una vez más, que es un tipo admirable al que le gustaba ir más allá de lo reglado, de lo normativamente correcto y para algunos inamovible. Lo suyo era abrir la ventana del juego y tratar, en la medida que le dejaron, de otear el horizonte para plasmar la luminosidad y huir del claroscuro, para dotar al paisaje de fuerza y realismo. Tipos como González Gago, que son contados en el capítulo de reguladores, merecen reconocimiento perdurable por ir contra corriente, por no jugar la carta convencional, por compartir con los empresarios la partida decisiva. En la que puede presumir de haber contribuido con muchos ases. Por lo que un hasta luego, Luismi, es toda una petición de reencuentro. Que estoy seguro se producirá, con el juego al fondo, porque Gago es un político que cotiza al alza y que pronto se verá.