Los podemitas, los acólitos de don Pablo Iglesias Turrión, son tan imaginativos que compiten entre ellos para ver quién se saca de la chistera el disparate más gordo y el que más pueda impactar de cara al público. Porque lo suyo es actuar, escenificar gestos y tratar de llamar la atención de la ciudadanía mediante cualquier procedimiento y, si tiene visos escandalosos, pues miel sobre hojuelas.
La última ocurrencia, por tomarlo desde la óptica del humor porque la propuesta es risible, la han protagonizado los podemitas valencianos. Piden que no se permita la instalación de un salón de juego a menos de un kilómetro de un centro educativo. ¿Cómo se han quedado?. Puestos a pedir ¿porque no subir el listón a los cinco kilómetros o ir más allá y solicitar la desaparición de éstos establecimientos?.
Estos chavalotes, que trabajar lo que se dice trabajar es un verbo que no conocen, tienen tiempo más que suficiente para soltar las mayores burradas y quedarse tan frescos. Y frescos son un rato. Son campeones del disparate por méritos acumulados. Y casos como el que comentamos no hacen sino certificar la inconsistencia de un ideario tan anacrónico como pasado de rosca que sólo busca provocar. Aunque sea la risa.
