Desde tiempo atrás se venían rumoreando por los pasillos de la Junta de Andalucía que Antonio Miguel Cervera tenía un pié en Sevilla y otro en Madrid. Que su anterior jefa y amiga, María Jesús Montero, responsable de Hacienda en la Junta cuando él era su subalterno se lo quería llevar para los madriles. Y así parece que ha sido. La responsable de Hacienda del gobierno de Sánchez no olvidaba a los amigos, en particular cuando éstos se quedan cesantes.
La primera incoherencia que se hizo con Cervera es nombrar director de juego a quién lo es de patrimonio. Una frivolidad que nadie entendió muy bien, porque juego y patrimonio no son, precisamente, temas afines. Pero aquí la amistad, al parecer, también ejerció su influencia. Y quizás por la disfunción apuntada, Cervera no se distinguió por aportar grandes decisiones al juego. Más bien dejó huella por su irrelevancia.
Pero al final los socialistas no olvidan a los suyos, y Antonio Miguel Cervera será uno más de los cientos o miles de funcionarios, y contratados por la Junta, que ante el cambio de Gobierno de Andalucía tras casi cuarenta años sin que nadie les tosiera, es objeto de repesca para seguir mandando en la administración. En el caso de Cervera en una empresa pública, en la que sólo cabe desearle suerte. Y una gestión brillante que en el juego no tuvo.