Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Que la felicidad dé mucho juego

21 de diciembre de 2018

Estamos metidos de lleno en fechas de parabienes, de abrazos y buenos deseos. De frases hechas, regalos y besos. De villancicos, belenes y brindis. También de nostalgias y recuerdos que en éste tiempo se agigantan en la memoria y cobran temperatura humana, Las fiestas navideñas son un canto a la unidad familiar, al calor del hogar que enciende o trata de hacerlo la llama del amor fraterno, que intenta sellar o renovar afectos que dejaron de ser lo que eran y perdieron calor y verdad.

Todos solemos prodigarnos los mejores augurios cuando la Navidad reina en el calendario y los corazones. Todos pretendemos mostrarnos más abiertos al ejercicio del cariño hacia los nuestros, hacia los que nos caen más cerca y nos tocan el alma. Todos procuramos estimular la sensibilidad adormecida para emocionarnos con una mirada, una sonrisa, un beso que se mete en lo más íntimo del ser y sentir.

Son días que por mucho que nos empeñemos en sentido contrario nos humanizan un poco más, nos hacen ver la vida con la mirada tierna de aquéllos niños que fuimos. Días que nos invitan a olvidar la insolidaridad de lo cotidiano, la propia rudeza de la existencia, los desapegos que nos rodean. Son días para tratar de construir, aunque sólo sea por unas breves fechas, un mundo más habitable, más amable y armonioso del que vivimos habitualmente.

Tras éstas disquisiciones fruto de la melancolía que dan los años sólo me resta desearles que la felicidad les dé mucho, infinito juego.