Representantes de los medios de prensa generalista manifestaban en una tribuna reciente que el juego privado vive en la opacidad, que huye de la información, que no se abre a la sociedad. Y achacan ése aislamiento voluntario, ésa ley del silencio impuesta con voluntad generalizada al caldo de cultivo donde se guisan las noticias falsas o las informaciones manipuladas. Mientras el sector enmudece, venían a decir, la publicidad negativa discurre descontrolada.
Esta descripción sectorial, por mucho que nos pese e incomode, es una realidad palmaria, un hecho más que comprobado. Y eso que últimamente van surgiendo voces, tímidas todavía, que tratan de hacer oír la voz de la industria y lo injustificado de no pocas críticas.
No puede sorprendernos semejante estado de la situación porque incluso a nivel interno, a la hora de suministrar informaciones a los propios medios especializados el sector racanea, demora cualquier respuesta, no se aviene de buen grado a clarificar las cosas. Y opta deliberadamente por la senda del mutismo. Esto es así en unos casos. En otros se aprestan a remitir con celeridad noticias escandalosas que salpican a su más directa competencia.
Los gabinetes de información, suponiendo que existan, o de marketing, están para algo más que proclamar las excelencias y maravillas del producto. Vale que se agoten los adjetivos propagandísticos. Pero no estaría de más acabar con la opacidad y no hurtar comunicaciones, salvo que sean secretos del sumario, a los medios del juego. Que están defendiendo sus intereses. Aunque en ocasiones se olviden de éste detalle.