Me lo decía con su gracejo sevillano un amigo: “Una miajilla más y el régimen socialista de Andalucía dura más que el de Franco.” Y la verdad es que han estado a punto de superar los cuarenta años del general cuya sombra, más alargada que nunca, se proyecta un día sí y otro también sobre la actualidad política española merced al afán revisionista de unos rogelios tan desnortados y revanchistas como faltos de ideas.
Una parte importante de la sociedad andaluza apostó el domingo por el cambio. Por otro aire, otro escenario, otros modos de hacer y proponer. En definitiva por abrir una ventana para que penetre por ella una luz distinta, más intensa y sin claroscuros, más ilusionante para la ciudadanía, cansada ya de tanta inercia, tanto clientelismo y tanto más de lo mismo.
El juego, a la vista de lo acontecido en las elecciones, piensa en su mayoría que un cambio se imponía en Andalucía. Un socialismo eternizado ya no seducía a casi nadie. Lo que vendrá a partir del próximo gobierno de la Junta está por ver. Pero son muchos los que piensan que será difícil empeorar. Conviene echar la vista atrás y recordar la parálisis de los últimos años. Cuando los que llevaban la batuta del juego se escudaban en la falta de acuerdos entre asociaciones para justificar una inanición regulatoria que afectó a todos los subsectores. Y los sumió en el retroceso empresarial.
El cambio, de entrada, se plantea complejo y con múltiples aristas para que cuaje si nos atenemos a los intereses políticos en liza. Pero buena parte del sector, como de la sociedad andaluza, confía en que alcance puerto y exhiba en su palo mayor la bandera de la renovación positiva. Muchos años añorada.
