Aunque un poco tarde menos mal que se ha caído en la cuenta de que hay que poner en valor a la industria española del juego. Que un día sí y otro también está siendo objeto de campañas orquestadas por agrupaciones políticas con nombres y apellidos conocidos que hacen de la demagogia su principal mercancía. Ahora salones y casas de apuestas están en el punto de mira y se aprovecha la oportunidad para encender todas las alarmas y cargar a fondo contra el sector. Y el plan de ataque se perpetra sin el menor rigor, con manipulación de datos y tirando la mierda sobre el conjunto de la industria.
Hace tiempo, quizás demasiado, que llegó la hora en la que la industria debe sacudirse complejos, que los arrastra y gordos. Y debe reivindicar públicamente su peso económico y laboral; su inversión tecnológica y sus avances en éste plano; su afán por profesionalizarse y su capacidad para exportar productos y sistemas. Airear, en síntesis, su madurez sectorial y las responsabilidades asumidas.
El sector tiene que dar la cara. Y hacerlo más allá de las tribunas afines, en las que todo queda en casa y nada sale a la calle. Cuando la ocasión lo demanda hay que salir del campo propio para denunciar mentiras y proclamar realidades. No hay que arrugarse y pelear. Y partirse la cara por una industria tan respetable como la primera. Así de clarito.