Jesús Franco estuvo ayer de cumpleaños. Y lo celebró en plan optimista, sintiéndose un chaval, con humor, sonriéndole a la vida y haciendo lo que más sabe: trabajar. En este ejercicio cotidiano Jesús es catedrático con méritos acumulados desde que era un mozalbete. Y empezó duro y dale que te pego, dándole al curro.
Tiempo atrás tuvo un susto de los que invitan al sosiego y la reflexión de los que piden parar y sentarse plácidamente para contemplar el discurrir de los acontecimientos. Pero Jesús no está hecho de esa pasta. Lo suyo es levantarse cada mañana y asomarse al balcón no para contemplar el paisaje sino para bajar a la calle y tomarle el pulso a la vida y a su empresa, que es resumen de su epopeya personal y su lucha titánica, para escuchar la melodía de sus máquinas que le devuelven la sonrisa, el humor y los sueños; para seguir haciendo sector y cultivando su leyenda de gladiador que del cero más absoluto llegó hasta el infinito. Felicidades, Don Jesús, todo lo que puedas desear lo tienes más que bien ganado. Y te lo mereces de sobra.