Pepe Ballesteros está recobrando la juventud. O mejor disfrutándola plenamente porque la anterior, la auténtica, se la pasó de lleno metido en el trabajo, en la lucha diaria, en la pelea por abrirse camino entre una jungla humana donde abundan los zarpazos y hay que estar muy al tanto para sortear trampas.
Pepe Ballesteros comenzó a trabajar con apenas trece años. Y desde aquélla adolescencia que le imprimió a la fuerza madurez, espíritu de superación y ganas de llegar lejos no se ha dado respiro. Lo suyo ha sido la entrega al trabajo acompañada por un sentido de la anticipación ante lo que se veía venir y un mucho de audacia que le han reportado frutos. Pepe es un empresario nato, con arrestos y al que no le ha importado, en ocasiones, asomarse al precipicio sin sentir vértigo. No se ha encogido frente a misiones imposibles y ha sabido ganarse enemigos, lo que no deja de ser sinónimo de éxito.
En ésta su juventud rescatada Ballesteros sigue en la brecha con renovados bríos. Ideando negocios, comprando, oteando el horizonte y siempre en posición de alerta. Sin dejar el timón que cogió siendo un chaval y con el que ha navegado en mares tumultuosos. De los que ha desembarcado hecho un chavalote duro de pelar. Cosas del elixir que nos devuelve la lozanía.