En la medida en que los coetáneos de uno se jubilan, pasan a la reserva o nos dicen adiós definitivamente nos vamos quedando un poco fuera de juego. Por descontado que no perdemos la perspectiva del entorno, ni abdicamos de la visión crítica del mismo pero la mirada pierde la intensidad que va haciendo decrecer el tiempo y la actualidad nos pilla un poco a trasmano.
Aireo éstos pensamientos el día en que Manuel Lao hará una especie de despedida torera en la que no faltarán los olés, ni las ovaciones, ni los desplantes verbales marca de la casa. Pero en definitiva no deja de ser un adiós con su poso de melancolía y su certidumbre de la pertenencia a una generación que está siendo objeto de relevo. Por lo que se impone para muchos la búsqueda de un sitio en la barrera para ver la corrida desde allí sin excesivos sobresaltos.
Seguimos el hilo de la actualidad pero con una mirada en la que cabe la nostalgia, la sensación de una búsqueda ya infructuosa del tiempo perdido y la acumulación de recuerdos en la plaza mayor de la memoria. No estamos fuera de juego pero casi. Persistiremos sin poder anticipar hasta cuando. El reloj de la vida nos lo irá diciendo. Entretanto: ¡ Salud y larga vida Manolo ¡ O Manel.