Llevó más de tres décadas en el mundo del juego. Y atesoro de tan largo período vivencias y lecciones que permanecen en la plaza mayor de la memoria. El contacto cercano con algunos pronombres del sector, que en ratos de intimidad se sinceraron y abrieron la puerta del corazón para sacar a pasear relatos y confidencias, ha servido para enriquecerme, para tomar nota y aprender, para ponerme a cubierto y tratar de resguardarme. Para procurar no caer en la trampa de los que practican el doble juego.
En uno de mis diversos viajes a argentina tuve la suerte de compartir durante un puñado de horas mesa y mantel con Carlos Vázquez Loureda y Joaquín Franco. Con el primero mantengo lazos de amistad permanente por espacio de muchos años que llegan hasta hoy. Con Joaquín estreché mucho las relaciones en la penúltima etapa de su vida, en la que me dispensó un trato asiduo y afectuoso, propicio incluso a la confesión de algún secretillo que otro.
Loureda y Joaquín han sido dos personalidades antagónicas, muy distintas en todo, pero que al final , y tras protagonizar algunos enfrentamientos auspiciados por quienes estaban interesados en que se produjeran, se entendieron plenamente y pusieron de relieve su gran talla empresarial, que la tenían y ha sido enorme.
Y en la ocasión que cuento que Loureda y Joaquín se unió de manera inesperada Manuel Lao, que andaba por Buenos Aires en aquéllos días. Asistir a uno reunión con éstos tres ases del juego y del triunfo empresarial daba para mucho. Tres tipos que habían escalado la cima del éxito y el dinero y que no tenían otra obsesión que no fuera el trabajo, los proyectos, la lucha cotidiana, el ir a más. Admirables los tres. Por eso me provoca una sonrisa el anuncio de que Mauel Lao seguirá con sus negocios en Argentina. Y apuesten a que nadie será capaz de pararlo. Porque ni tiene freno ni marcha atrás.