El Reglamento de Juegos y Apuestas de Navarra ha merecido el rechazo de Unión del Pueblo Navarro ( UPN) y del PPN por considerar que no cuenta con todo el apoyo del arco parlamentario y por aprobarse en contra de la opinión del Consejo de Navarra y suscitar un clima de manifiesta incertidumbre.
El estudio del texto es un paso atrás para el sector sometido a una serie de exigencias que lo único que hacen es lastrar el desarrollo de sus negocios. Que son objeto de nuevas trabas, de disposiciones regresivas destinadas a dificultar todavía más la marcha normalizada de los locales de juego.
Cuando se adoptan medidas para endurecer las normas por las que se rige el funcionamiento del sector se invocan siempre idénticas razones: la protección de los colectivos más vulnerables con particular incidencia sobre los más jóvenes.
El sector es el primer interesado en colaborar activamente en el ejercicio de un juego cada vez más seguro y trasparente, más atento a la adopción de elementos disuasorios para garantizar la no presencia en sus locales de quienes no tienen la edad y de los que están autoprohibidos por voluntad propia. Esta es una demostración de responsabilidad social corporativa que se viene cumpliendo a rajatabla y que está deparando resultados muy satisfactorios. Las inspecciones que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado vienen llevando a cabo periódicamente en los establecimientos del sector arrojan cada vez un menor número de incidencias. Esto es algo demostrado con datos que no admite discusión. Por razón tan determinante encabrona y mucho al sector que cuando es la propia policía la que certifica la efectividad que viene produciéndose en las salas de juego respecto al no acceso de jóvenes y de ludópatas declarados más se carga contra sus empresas aplicándose normativas que constituyen un flagrante paso atrás del sector. Navarra es un desgraciado ejemplo de cuanto decimos. Hay quienes califican el Reglamento de «viciado y perverso.» Lo que indica que es un texto apoyado en prejuicios ideológicos y no coincidente con la realidad sectorial. Un ejemplo más de sectarismo al que nos tienen acostumbradas algunas Administraciones. Navarra una de ellas.