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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

¿Se puede ser empresario del juego?

9 de abril de 2018

Existen diversos prototipos sobre las características que debe reunir el empresario. Hay pinceladas generales que lo definen como un tipo que dedica 26 horas del día al negocio, que es audaz y agresivo en lo comercial; que no deja de darle al caletre para inventar, competir y arañar su tajada de mercado. Que pelea lo indecible y trata de hacer viables propuestas que contribuyan al robustecimiento del negocio. Podríamos enumerar otra larga retahíla de pautas de actuación del empresario tipo o modelo, propulsor de riqueza y trabajo, pero nos quedamos ahí.

Establecidas éstas coordenadas identificativas del empresario de raza cabe preguntarse: ¿Se puede ser empresario del juego, dándole al tratamiento como tal su plena aceptación y el más completo de sus significados?.

La respuesta tendría que ser sí, con reparos. Con bastantes reparos. Porque el empresario que es reo de disposiciones que condicionan su gestión, que está más que limitado llegado el momento de decidir, y que no puede echarle imaginación y audacia a sus políticas comerciales; ¿está realmente acreditado como empresario pleno en el ejercicio de sus funciones?.

Aún así y todo, con tantos lastres y barreras de por medio, el juego cuenta con grandísimos empresarios. Que han partido de cero y alcanzado el infinito. Que siguen dando lecciones de como hacer realidad el sueño épico de los empresarios de raza. Pero también los hay, y son muchos, que poseyendo inteligencia, capacidad y fuerza se ven impedidos para conquistar sus metas por culpa de una maraña administrativa que les impide ejercer como auténticos empresarios. Para lograrlo sólo se pide un remedio: menos ataduras y mayor libertad. Y los empresarios actuarán como tales.