El calendario está lleno de días singulares. De ésos que desprenden un aroma especial, un motivo de celebración, una llamada para armar el jolgorio. La pasada semana se celebró el día de los enamorados, que es 14 de febrero, que huele a rosas frescas y nos impone mandatos comerciales. O marketing romántico que viene a ser lo mismo. Y tres días después, confieso mi ignorancia, tenía lugar el día del juego responsable. El amor, la pasión y el arrebato lírico enlazaban de una manera natural con el ejercicio de la responsabilidad en las prácticas de azar. Amor y juego se unían en su casi coincidencia conmemorativa. ¿ Tuvo en cuenta la proximidad quién parió la idea del 17 de febrero ? ¿ Quiso hacer un canto a la responsabilidad amorosa del juego?.
No acierto a despejar éstas incógnitas. Lo único que digo es que el calendario está sobrado de días con vitola distinguida. Y el juego responsable lo recordamos, con machacona insistencia, toditos los días del año. En las maquinitas, en los anuncios, en las jornadas promovidas por los rehabilitados, que pasan el sombrero, y en mil mensajes harto visibles. Lo del amor por aquello del regalito y la invitación al beso, pase. Lo de la dichosa responsabilidad carga demasiado.
