Estalló la guerra en el frente de Madrid. Bingos y salones han cavado trincheras e intercambian fuego cruzado. Las balas por ahora son de fogueo. Es pirotecnia verbal la que rasga el aire y va de un sitio para otro. En el centro de ése fragor de palabras encendidas está don Fernando Prats, que más que valenciano se asemeja a un inglés por su flema y fino sentido de la ironía, que escucha a unos y otros y va tomando buena nota. La ampliación de los horarios y la batería de productos estimulan el apasionamiento de los directivos de uno y otro bando que hablan de agravios comparativos, competencia desleal e intentos de imitación del modelo de negocio.
A pesar del cariz incruento de la batalla Prats se muestra conciliador y solicita el cese de hostilidades: “ porque la guerra entre subsectores no me gustan y pueden alborotar el sistema y sobre todo a los políticos.”
Muy gráfico e insinuante don Fernando en sus apreciaciones. Que completó aludiendo a los efectos causados por un anterior rifirrafe provocado por el encono asociativo: paralización de dos años hasta aprobarse el Reglamento de Máquinas.
Uno es pacifista por naturaleza y huye por principio de cualquier tipo de lucha. Porque de los enfrentamientos, aunque no sean a cañonazos ni pasen de la virulencia de las palabras, siempre sale alguien tocado, con costurones y mentalmente maltrecho. Pero si las situaciones se enconan, si los toques de corneta arrecian invitando a la lucha el que puede decidir y decide tiene que enarbolar la bandera blanca, calmar los ánimos y tomar partido. Se que esto resulta complicado pero cuando no queda otra alternativa hay que estudiar con rigor el campo de batalla, analizar con frialdad la situación y pronunciarse. Y acabar la contienda actuando. Nunca se actuará a gusto de todos pero se impone asumir riesgos. Es algo que va implícito en el trabajo de los que mandan. ¿ Les ha gustado la historieta de la guerra ? Pues escribiremos nuevos y apasionantes capítulos. No lo duden.