Johnny Ortiz me ha comentado en diversas ocasiones que el mérito de un gran empresario radica en su perspicacia para saberse rodear de los mejores profesionales. Y él me consta que en ése sentido se ha afanado lo indecible para cumplir dicha máxima y auparse con ella a la cima empresarial en que hoy está ZITRO.
Y como estamos metidos en faena voy directo al grano. Ella es tan alta de estatura como larga de inteligencia y rápida de reflejos. Y con semejantes atributos como tarjeta de presentación no resulta extraño que preste óptimos servicios a la compañía en la que ejerce el cometido de directora de relaciones institucionales. Hablo de Cristina García, seguro que lo han adivinado, a la que conozco desde hace más de treinta años o casi y a la que creo que no he visto ni dos días seguidos en el paro. Este es el elogio más simple y rotundo a la vez que puede hacérsele y que denota que su capacidad laboral y sus conocimientos han merecido una alta valoración. Porque de no ser así se hubiera quedado en el dique seco.
Cristina García está ahora disfrutando de ésa madurez creadora de la que caben esperar los mejores frutos. Y para corroborarlo no hay más que verla moderando con mano diestra y buena dosis de agudeza una mesa redonda, sabiendo lo que dice y midiendo lo que pregunta. Manteniendo canales de diálogo muy fluídos con los reguladores y moviéndose entre ellos con un notable sentido de la anticipación para alcanzar los objetivos propios de su trabajo. Y no dándose respiro cuando se trata de profundizar y sacar punta y provecho de las disposiciones jurídicas del juego.
Profesionales como Cristina son las que contribuyen a elevar un tanto el listón empresarial del juego. Los que saben ganarse el respeto externo que redunda en beneficio del conjunto. Los que imprimen un sello competitivo propio a la actividad que desarrollan. Cristina García es uno de ésos ejemplos. Y como me consta que es lectora asidua de Desde la Avenida me siento feliz al dedicarle éstas líneas.