Un porcentaje muy significativo de las empresas de juego de nuestro país tiene carácter familiar. Nacieron más de cuatro décadas atrás merced al arrojo y la visión del negocio de gentes que lo desconocían casi todo del mismo y que se arriesgaron para sacarlo adelante. Y acertaron en la mayoría de los casos contribuyendo al desarrollo de un sector que se lo debe todo a aquéllos pioneros de los tiempos primerizos que edificaron los cimientos de una industria próspera y en ascenso.
Los forjadores de la epopeya del juego español, que han mantenido desde entonces la identidad familiar de sus empresas y se han preocupado de mejorarlas, eran por lo general tipos autodidactas, con muchas enseñanzas suministradas por la escuela de la calle. Con muchas experiencias vividas de las que extraerán consecuencias y lecciones. Y con los arrestos y perspicacias imprescindibles para sortear obstáculos, eludir golpes bajos y salir adelante con sus negocios. Propósito que no siempre resultó fácil ni estuvo exento de tensiones y dificultades.
Una segunda, y hasta tercera generación, está cogiendo el relevo en las empresas familiares del juego. Y sus protagonistas acceden al primer plano de la gestión manifiestamente mejor preparados que sus antecesores y con el respaldo de estudios académicos que les confieren de antemano una solidez profesional. Con semejantes mimbres la continuidad empresarial parece teóricamente garantizada, pero, ¿es esto así?.
La realidad incuestionable que podemos constatar hoy indica que las empresas familiares del juego han ganado en cuanto al curriculum de sus gestores y su grado de formación. Si bien éstos factores no son necesariamente sinónimo de supervivencia ni seguro de cara al futuro. Porque el juego, como cualquier otra actividad, además de conocimientos y experiencia demanda pasión, llevarlo en las venas, sentirlo en lo más profundo y pelear por ello. Son las lecciones que se extraen de aquéllos que pusieron en pié el sector y sus empresas. Y que lo hicieron a base de inteligencia natural, fe en lo que estaban haciendo y convencidos de lo que querían. Las vicisitudes de los primeros tiempos tienen aroma de aventura y rasgos de épica individual. Algo que más que en los libros se aprende en la dureza de la calle.
La empresa familiar saldrá adelante y se potenciará contando con el empuje de los profesionales bien dotados que acceden a su mando. Pero eso será así siempre y cuando no falle la pasión, la entrega generosa a un ideal. Que son los resortes que hacen vibrar a las empresas.