Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Los reencuentros

30 de marzo de 2017

En la feria de Madrid me encontré con amigos y conocidos a los que no veía desde hace tiempo. Bien es verdad que ando ya un poco retirado y suelo asomarme poco a los eventos que se celebran. Que son cada día más abundantes e incluso repetitivos y que durarán, en algunos casos, hasta que los patrocinadores de turno, que son siempre los mismos, se cansen de soltar la tela.

Pero a los que iba: una feria o un congreso ejercen una clara función comercial o son marco de ideas y más allá de éstos fines concretos está la vertiente de la relación human, del acercamiento entre personas, del calor del abrazo y el susurro de la confidencia, del crear un espacio para que florezcan la sonrisa y el afecto adormecido por el transcurrir del tiempo.

Por eso me sentí a gusto en Madrid al recibir el cálido abrazo de Rufino Merino, y evocar los días turbulentos de ASEJU de los que nos callamos ambos muchas peripecias acaecidas entonces. Satisface ver que su hijo José Luis cogió su testigo  en la asociación y ha venido haciendo una labor esforzada y de matrícula. Y me alegré de ver a Pedro Marchán disfrutando de una placidez ganada a pulso después de tantos años de lucha empresarial y asociativa que acaban por tensionar la personalidad del individuo más de lo debido y asumible.

Estas jornadas son como un inmenso espejo en el que se reflejan rostros y situaciones, y en el que queda cristal para la evocación de situaciones que pertenecen al ayer pero que todavía subsisten en la plaza mayor de la memoria.

Lo cierto es que en cada cita anual de ésta naturaleza somos un poco más mayores y cuanto más vamos avanzando en el carrusel del tiempo más agradecemos y valoramos el reencontrarnos con la mirada del amigo y nos suena a música la palabra afectuosa o incluso la pincelada grosera, que no lleva intención de serlo, y que nos aproxima a la identidad real del que tenemos delante. Y con el que compartimos vínculos profesionales y profundamente humanos difíciles de olvidar. Es la esencia y lo verdaderamente importante de éstos reencuentros. Cuya nota más destacada es la fibra humana, el calor del alma.

Y los enemigos, con los que nos tropezamos, mejor eludirlos. Por pura higiene.