Sigo con Castilla y León y sus tierras que me calan, que me deslumbran con su belleza de siglos, con sus parajes que son historia hecha piedra y fuego, salmo catedralicio y figón para el buen yantar. No hace mucho Valladolid puso el broche a sus fiestas en las que José Tomas, embrujo y mística del arte del toreo, despertó los olés encendidos de emoción en la plaza de toros.
Olé por José Tomás y su muleta templada en la lentitud y la armonía. Y ya que andamos metidos de lleno en los temas de la tauromaquia, tan infectados hoy por quienes abominan de la tradición y de lo que huele a español, olé igualmente, con vuelta al ruedo incluida, para la Junta de Castilla y León por cumplir sus trece años sacando adelante su Congreso de Juego, modelo de puertas abiertas a todos, de hospitalidad que se deja sentir y apreciar y de ausencia alguna de complejos, que sí tienen y en grado superlativo la mayoría de Comunidades.
Olé por Castilla y León y por una Junta que trece años atrás, época diferente a la actual y con latentes prejuicios sobre el juego cuyos rescoldos aún soportamos, cogió el toro por los cuernos y se atrevió con abanderar, sí ponerse delante y en cabeza, un evento que tenía como objetivo agrupar al juego privado y debatir sus problemas. Lo hizo con un par de los grandes, sin escatimar medios, trabajando codo con codo con las asociaciones, y siendo un año sí y el siguiente más todo un ejemplo a imitar. Pero nadie ha tenido las agallas precisas para imitar la iniciativa. Una, por no identificarse de manera directa con el juego. Y otra por tener que superar un listón que hacen falta muchos cataplines para estar a su altura.
La Junta de Castilla y León lleva trece años con el sobresaliente en la solapa. En la obtención de tan alta nota hay que destacar el papel protagonista de Luis Miguel González Gago, decano de los reguladores, que impulsó el Congreso y lo viene liderando desde el primer día. Y en cuanto a las asociaciones, me consta porque lo he vivido de cerca, la colaboración esencial de Pepe Ballesteros quién siempre arrima el hombro y otras cosas cuando se trata de impulsar el juego. A los dos hay que darles la vuelta al ruedo del triunfo bien trabajado.