Luis Miguel González Gago, responsable del juego en Castilla y León, se ha convertido en el decano de los reguladores españoles, lo que confiere galones, veteranía y saber por experiencia que tecla se toca en cada piano. Lleva años lidiando con todos los subsectores y no le han faltado embestidas que se ha pasado por la faja con habilidad y conocimiento del terreno que se pisa. Es diestro con el manejo del capote, pinturero cuando requiere la faena y suele entrar a matar hasta la misma bola metiéndose en la cabeza del morlaco. Por eso ha cortado bastantes orejas en materia reglamentaria y salido por la puerta grande. Si bien, como todo triunfador que se precie, también ha tenido que escuchar silbidos.
De Luis Miguel me gusta su trato directo y por derecho, ése no andarse con rodeos cuando se trata de ir al grano para abordar un asunto. Desde que lo conozco ha dado muestras de que no le gusta morderse la lengua. Lo ha hecho en numerosos foros empresariales y en sus intervenciones como director del juego de su Comunidad. Posee temperamento, que a veces lo desborda, pero defiende sus posturas con vehemencia y la seguridad que le confiere su conocimiento de los temas. Esté o no equivocado insufla sus palabras de energía y nervio.
Me consta que en la Conferencia Sectorial se muestra fiel a su personalidad combativa, siendo de los que más se significan llegado el momento de defender sus tesis y preservar la capacidad competencial de su autonomía.
En Torremolinos Luismi afirmó que al juego le sobra, y mucho, el excesivo papeleo actual y resulta imprescindible descargar de trabas la mayoría de sus procesos. Abogó por la unificación de criterios dentro de la Ley de Garantías de Unidad de Mercado y no dudó en entrar en colisión con las manifestaciones expresadas por Fernando Prats, otro maestro de reguladores y afín ideológicamente hablando, con el que practicó el cuerpo a cuerpo dialectico que, bien llevado, es de agradecer.
Luis Miguel ha puesto picas no en Flandes sino en Valladolid. Que luego han cogido y calcado la mayoría de sus compadres. Su permanencia en el cargo es por tanto señal de carácter, energía y pasión por el juego. Casi nada.