Salir a ganarse un puesto en el complicado mundo del juego llevando por nombre Gran Casino de la Mancha ya denota de entrada voluntad de compromiso. En éste caso con la propia Comunidad donde se ubica el establecimiento por lo que tiene de connotación representativa, de responsabilidad empresarial, de proyección del nombre de una región con la dignidad y los medios que el caso exige.
Conociendo los nombres y las trayectorias de quienes han puesto en órbita el Gran Casino de la Mancha me consta que el proyecto está en buenas manos. Que los pasos se medirán e irán dando con amplitud y sabiendo perfectamente el guiso que se cuece y lo que se espera de él. Que es sabor agradable y ganas de repetir.
Estando al frente del Gran Casino de la Mancha Pepe Ballesteros, el patrón de tantas iniciativas empresariales de mucho fuste, aquí y tocando mares lejanos, y de David y Gustavo que se afanan mirándose en el espejo del padre, junto a un Juanjo Colilla que sabe como pocos el terreno que pisa, y un Jesús Serrano curtido en muchas y duras batallas, hay que apostar por el resultado de la aventura, pues aventura es en los tiempos que corren jugarse las pelas, o lo euros, para levantar un nuevo casino. Pero aún en tiempos poco propicios económicamente hablando, como son los que atravesamos, los empresarios que ejercen su condición de tales y no se arredran ante las dificultades siguen en lo suyo, que es encender la mecha de nuevas empresas y empujar el carro que proporciona trabajo y bienestar.
Digo que el Gran Casino de la Mancha nace con ambición. Con el deseo de labrarse una oferta sólida, lista para atraer interés y público. Y dispone de las armas privilegiadas para conseguir sus objetivos: situación geográfica estupenda, capacidad para autopotenciarse y recursos. Con éstas bazas las puertas del éxito parecen abiertas. A partir de agosto empieza la partida. Suerte y al toro.